¿Cómo te definirías, eres bueno o malo?
Así, sin más, seguro que diríamos, sin dudar: «Yo soy bueno,». Incluso lo diríamos rápido, no sea que nos arrepintamos o que alguien se adelantara o nos descubriera algo que no nos gustara. Incluso con un extraño temor a que si alguien dice «malo» ya entras en prisión y te castigan directamente.
¿Somos buenos? Supongo que lo primero que haremos para justificarlo será pensar en todo lo bueno que hemos hecho para los demás, incluso alguno pensará en cosas buenas que ha hecho para el mundo: apoyar ONGs, defensa de animales, de menores, etc. Otros también lo creerán simplemente por compartir en facebook alguna campaña con fin solidario sin participar jamás en ella.
Pero, ¿Por qué tenemos esa necesidad de clasificarlo todo en lugar de pensar que ambos aspectos son posibles? Os pongo unos ejemplos:
1) La cultura japonesa está caracterizada por un dualismo de todo lo que existe: lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, representado por el yin y el yang.
2) En la civilización maya, existían chamanes y se aceptaba que éstos podían ser buenos y malos a la vez, según llevaran a cabo un tipo u otro de magia y hechizos.
· En su vertiente buena, estos chamanes actuaban como protectores y guardianes, cuidaban y prevenían enfermedades.
· En su vertiente mala, podían ser sibilinos y embaucadores para actuar con voluntad de provocar daño y dolor.
Cualquier pensamiento será aceptado como válido para este juicio de vida o muerte.
Pero, ¿lo somos?, es decir, ¿en lo bueno y en lo malo o sólo cuando nos conviene?
Criticamos a los políticos que corrompen pero, si podemos escaparnos unas horas del trabajo o engañar para tener más dinero o enchufar a un amigo en un trabajo, lo hacemos, pero eso no cuenta.
No juzgo. No soy nadie para juzgar y menos viéndome más de una vez en medio de esa tesitura.
Yo no soy buena. No, al menos como me gustaría. Mis demonios siguen conmigo y debo decir que a veces no me incomodan, que no significa que sucumba a ellos, sino que simplemente me alumbran también para ver en la oscuridad.
Y he aprendido de ella, del dolor, de la miseria y del odio, encontrando luz en la misma. Pero ese es un tema para otro artículo y que ya suelo contar en mis cursos y talleres, donde dispongo de más tiempo.
¿Somos también buenos cuando alguien nos ataca? Supongo que después de ver tantas guerras «justificadas» y sintiendo como «correctas» por fe, por integridad, por fronteras o civilización… la palabra «justificadas» deja mucho que desear.
Y sé que es fácil ser bueno (o no) cuando la gente nos sonríe, la salud nos acompaña y estamos rodeados de gente que nos ama. ¿O no es tan fácil como debería?
Pero en cuanto alguien nos ataca o parece o creemos que lo hace, aparece nuestro lado asesino y destripador. «Yo siempre lo había visto en él/ella»; «Es una bruja o un hipócrita que…»
Nuestro cerebro vuelve a buscar mil excusas y justificaciones para proteger nuestra «integridad» y encontrar motivos de sobras para ETIQUETAR de «mala» a esa persona que creemos, sentimos, percibimos, que nos ha atacado. De esa manera, nuestra alma queda tranquila: ellos eran los malos porque, claro, nosotros somos los buenos.
¿Eso es ser REALMENTE bueno?
Lo dicho, no quiero juzgar. Sólo reflexiono en voz alta. Quizás así ayudo a romper etiquetas.
Ni buenos ni malos o, mejor dicho, ambos.
¡Hasta la próxima!
Elisabet Alaman.